Cuando antes sólo te miraba a ti
algo faltaba.
Cuando comencé a ver que tú estabas
algo faltaba.
Cuando comencé a ver que tú estabas
en todo lo que miraba, vi que
nada faltaba.
– G.M.C.
El Ganges hundió
los deseos
en la orilla de
un viaje perpetuo.
Allí te conocí.
Primero el otoño,
con sus ráfagas
de olvido y ese aliento
que extirpa hojas
secas.
Entonces florecimos.
Las aceras
herrumbrosas,
los caminos con
lluvia de noviembre
las afueras
convertidas
en centro: un
beso mojado en ti.
Como esas noches
de luna eterna, en herradura,
como esos días en que espero
escondido en tus costuras.
La distancia tiene pies de nube
y cuando duermes me arranco los pulmones:
si naufragas en tus sueños
te espero en la
orilla;
si la noche te
asusta,
yo me juego la vida.
Qué sencillo era amarte
los días en que
andabas por mi calle;
más fácil es quererte
más fácil es quererte
tras vidas anhelando esta suerte.
Si el viento me
lleva de viaje
me bajo en la
cama desierta.
Un salto, del cielo a tus ramas,
Un salto, del cielo a tus ramas,
y soplo las velas del alma.
No es que yo quiera
quererte,
ni que la
vida me afrente.
No es que me duelan los huesos
No es que me duelan los huesos
del alma, las
branquias, los besos,
los ojos tras verte.
los ojos tras verte.
Es que en
susurros, o en sueños,
el viento me
dijo de amarte.
Aunque a tus
huellas de aire
un huracán las arrastre,
allí estaré,
buscando mi alma en tu calle.
allí estaré,
buscando mi alma en tu calle.
Yo solo sé
amarte.
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