31/10/16

La fábrica del béisbol

La ráfaga de pelotas va cayendo al suelo y una nube de polvo se levanta a su alrededor. El campo de juego está reseco y el césped no se riega más que lo que ofrece el cielo, pero hoy el sol abrasa y los jugadores ni siquiera se molestan en buscar una sombra. Aquí no hay árboles, y aunque los hubiera no podrían buscar ese refugio porque tienen cuatro horas de entrenamiento por delante.

Moreno Tejeda da un grito y se acerca Steven Mejías, un chico de 14 años y 1,85 metros, al que empieza a elogiar. Dice que tiene una gran pegada y que él predijo que, con 13 años, iba a ser el mejor jugador de su edad. Algo después, cuando el muchacho ya ha destripado sus sueños (jugar en Grandes Ligas, que le aplaudan, ser el mejor), la duda es si no es peligroso descargar sobre un muchacho tantos elogios:

–Por eso, lo último que he dicho ha sido cuando él ya se había ido. Tiene que amar el juego, no pensar en el dinero.

Lo que Moreno había afirmado era que Steven va a romper todos los récords en República Dominicana a la hora de firmar, a los 16 años, con un equipo americano. Un antecedente cercano –pertenecía a esta escuela– es el de Dermis García, que firmó por 3,6 millones de dólares como joven promesa (prospecto en el argot beisbolero) en el año 2014 con los Yankees de Nueva York.

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