27/5/16

Noches llenas

Estaba incluso bien educado como para poder estar completamente educado. 

 – Henry D. Thoreau, en Una semana en los ríos Concord y Merrimack


Estaban las noches borgianas llenas de Virgilio y quizá, por esa épica nocturna que envuelve el pensamiento, caigo en esta noche como una gota de agua para confundirme con la lluvia. Se acerca el próximo solsticio de verano y en mi vida, que sigue afilando sus fibras, aunque en esta noche lo único que brilla es la existencia. 

Mis noches no están llenas de Virgilio, ni siquiera de las cosas que he leído –enorgullecer, ¿de qué?–, aunque se encadenan las ideas que van cediendo a lo que algún día intuí y más tarde supe: para lo que la inmensa mayoría son conceptos, para la inmensa minoría es real. Pero es imposible explicar lo mismo que pedía Thoreau: “Una frase que ningún intelecto pueda comprender”.

El latido de la sangre es inexplicable, como las ráfagas de amor que salen del alma tallada. Está todo tan dicho, tan sentido, tan pulido, que resulta obsceno explicarlo a pesar de que alguna vez, no tan lejana en el tiempo, las palabras quisieran demostrar lo que el intelecto no tiene a su alcance. Y, sin embargo, este mundo –con sus extensiones: los periódicos, los libros, las televisiones– está gobernado, en el mejor de los casos, por los llamados intelectuales. 

Ruido, tratados, palabras, humo. No buscar consuelo, razones para ser. No llenar la cabeza de palabras y teorías que no, que no sirven para pisar sin dar bandazos, si no para hablar en boca de otros, rumores que sospechamos, cuando en realidad es un mayor silencio lo que debería de imperar cuando se descubre que todo va siendo mentira hasta que se va paladeando la verdad. 


Buscando tu sombra
en la orilla de ti mismo 
me dijiste, y en tu contra: 
“Entiérrame en mi abismo”. 

Será la luna llena,
que te eclipsa.

Será la luz del día, 
que te asusta.

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