Siendo sinceros, pocos adultos pueden ver el sol.
-Ralph Waldo Emerson, en La naturaleza
Avanzando en mis
estudios de sociología hace un par de años, me sorprendí observando la libertad
de un plan de estudios que incluía asignaturas que iban al cuello del sistema
social y su estructura. “El mismo Estado que nos despoja de nuestra libertad”,
reflexioné, “permite que estudiemos a fondo –creo que la asignatura era Estratificación Social y Desigualdad–
contenidos que desmenuzan las trampas y murallas dentro de una sociedad”.
Durante meses
sentí que aquellas teorías y conceptos, aquellos mecanismos de cierre de las
clases dominantes y aquella estafa de la igualdad de oportunidades –tururú– eran una bomba contra el sistema. Contra el poder.
Desde entonces,
he transitado por varios caminos, algunos más dominantes que otros, otros en la
espalda de las imposiciones –las revoluciones certeras son silenciosas e,
incluso, imperceptibles– con alegre libertad: la misma libertad que permite que
todo quepa en un mundo mientras no asumas ningún planteamiento propio de ahí. Supongo
que en eso se base la libertad que tratan de airear: la libertad de elegir
dentro de unos parámetros que ellos definen.
Puedes leer a
Emerson, Kant, a Thoreau y el Bhágavad-guita en libertad. Lo lees con los ojos
y se te queda en la ilusión, eso contra lo que lucha –precisamente– los buscadores de uno mismo, que lo es todo. Lo venden en las librerías,
circulan unas frases célebres sacadas de contexto que sirven para revistas de
moda y progresistas que son más progresistas a medida que acumulan riqueza y
poder. La gente lo lee y lo admira y lo airea pero en su interior esas palabras
no han hecho más trabajo que el que hace el oxígeno que se meten para el cuerpo:
seguir tirando.
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