30/7/15

Decirlo todo

La vida de un hombre no vale nada si no vive de acuerdo con su conciencia.

-Gary Cooper, en La gran prueba


–¿Te imaginas que una mata de mango se comparara con otro árbol?

La pregunta suena incisiva, como cargada de un aliento conocido. Y la respuesta –silenciosa, como esas revoluciones que merecen la pena– acaba por agitar las pocas dudas que quedan:

El mango, si se comparara, no daría lo mejor de sí, no se expresaría. Sería horrible.

Ya en tierra, me digo, la metáfora encarnada en las costumbres: y la comparación como resumen de ese despropósito.

Me acuna en tiempos flacos. Y, por eso, porque en ese lenguaje de almas cruzadas comprender, comprender, comprender– estamos, las conversaciones se cuelan hasta de madrugada.

En cuanto a mí, estoy tratando de despertar, de expulsar el sueño por mis poros; pues, en general, me tomo las cosas tan despreocupadamente como un poste de la cerca: absorbo el frío y la humedad como él, y siento el grato cosquilleo que me producen los líquenes que poco a poco se extienden sobre mí. ¿No debería conformarme, entonces, con ser un poste de cedro, que dura veinticinco años? ¿Acaso no es eso preferible a ser el campesino que lo colocó, o aquel que predica a los campesinos, para finalmente llegar al cielo de los postes? Me gustaría tanto como al resto. Pero no me importaría brotar como un árbol, desplegar hojas y flores, y dar frutos.  (HDT)

El problema de querer decirlo todo es que, al final, no dices nada. Y eso sucede cuando la cadencia de los pensamientos va más lenta que la del interior, que la coherencia que hierve en el interior y ahora tiene nombre propio y vida propia e identidad propia y se vuelca en el exterior al ritmo que te disuelves y que yo, pronto, podré empezar a decir algo.

No hay comentarios: