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un autor puede en mi opinión ser autobiográfico, siempre que no viole ni los
derechos del lector ni los suyos propios.
Nathaniel
Hawthorne, en la introducción a La Letra Escarlata
Si el vino tira de la lengua, el
movimiento lo hace de las palabras. Cuando llego de un viaje y tengo que
escribir las crónicas pertinentes, sobre todo cuando me inclino por teclear
aquellos textos más creativos y abiertos, es cuando más atascado me
encuentro. Sin embargo, si estoy en el lugar de los hechos tecleo alegremente. Casi es el viento el que teclea por mí: pongo la flecha donde quiero, la realidad me da
todos los componentes y hasta el olor me sugiere qué incorporar y qué excluir.
Ahora que apuro un par de textos de ese
calibre, pero ya desde la quietud, desde el reposo de una mesa y una vida en
abundancia -lo contrario a como me gusta el modo de estar en este mundo, que es
liviano de equipaje y de comodidades-, las ideas se me escurren, la imaginación
queda atrapada en la rutina y no hay quien avance.
Me cuesta arrancarle las raíces a las
frases; me cuesta darle los aires naturales que empleo aquí mismo. Es tener un
compromiso con un medio e inmediatamente mi cabeza se bloquea, escribe con
buenas intenciones pero con limitaciones. Una gran trampa que, no sé por qué,
últimamente me he impuesto.
Leyendo algunas crónicas de los mejores
reporteros latinoamericanos, me sorprendí pensando que eso mismo que hacían
ellos en sus textos para diferentes revistas era exactamente -calidad,
obviamente, al margen- lo que yo quería hacer. Es más: era exactamente lo que
yo estaba haciendo en este blog pero nunca me he atrevido a hacerlo para un
medio.
Por ejemplo, desde Ho Chi Minh City comienzo así: “Una sacudida
eléctrica, como si de un cable de alta tensión uno se colgara, recorre el
cuerpo de quien acude al Museo de Recuerdos de la Guerra de Saigón”. Cuando sé
que algo va dirigido a un medio, ese compromiso secuestra
mi imaginación. Otro ejemplo es el de otra crónica que escribí desde el corazón
de Texas: “Según la tradición judeo-cristiana Dios descansó el séptimo día al
crear el mundo. Según Bruce Springsteen, el quinto, sexto y séptimo día, Dios
se dedicó a dar vueltas con su novia en un Cadillac. Naturalmente, recorriendo
estas tierras, uno se da cuenta de que el Boss está en lo cierto. Dejando en el
este los estados de Illinois, Missouri, Oklahoma y Texas, donde los Cadillacs,
las Harleys y todo lo monumental, y toda la locura tienen cabida, es fácil
comprobarlo”.
En esta
semana, en la que tengo que acabar dos reportajes de esos creativos -y uno más ortodoxo, para un medio tradicional- antes de volver a partir ("es la hora de partir, oh abandonado!") le meto al cuerpo sopa de lecturas donde
halle más adjetivos, menos esquemas, más horizonte, menos normas.
Lo que más
me fastidia es verme encerrado en una habitación tecleando cosas que están
concebidas para escribirlas al aire libre, debajo de la lluvia o en una tienda
de campaña. Porque fueron ahí donde fueron vividas. Y de qué modo.
5 comentarios:
¿Cómo puede cantar como es debido un pájaro enjaulado?
Me conformo con cantar por las mañanas y por las tardes entrar a por alpiste.
"No pido nada exorbitante, os lo aseguro"
Danos un poco de envidia y dinos hacia donde marchas, si no es mucha indiscrección...
Así como lo expones, tu única opción es ser paisaje.
Borf,
en este mismo lugar iré dejando rastro de mis huellas. Sobre todo porque tengo cierta idea, pero no los lugares exactos.
Ferragus: me suena a aquello que escribió Gil de Biedma: "Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema."
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